viernes, 8 de octubre de 2010

[meditaciones-jóvenes] Viernes de la 27 semana: Jesús nos da la fe, que es el arma más fuerte para luchar contra todo lo malo, y el arma de los hijos de Dios

Viernes de la 27 semana: Jesús nos da la fe, que es el arma más fuerte
para luchar contra todo lo malo, y el arma de los hijos de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3,7-14.
Hermanos: Comprended de una vez que hijos de Abrahán son los hombres
de fe.

Además, la Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles
por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia: «Por ti serán
benditas todas las naciones.» Así que son los hombres de fe los que
reciben la bendición con Abrahán, el fiel. En cambio, los que se
apoyan en la observancia de la ley tienen encima una maldición, porque
dice la Escritura: «Maldito el que no cumple todo lo escrito en el
libro de la ley.»
Que en base a la ley nadie se justifica ante Dios es evidente, porque
lo que está dicho es que «el justo vivirá por su fe», y la ley no
arranca de la fe, sino que «el que la cumple vivirá por ella.» Cristo
nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros un
maldito, porque dice la Escritura: «Maldito todo el que cuelga de un
árbol.» Esto sucedió para que, por medio de Jesucristo, la bendición
de Abrahán alcanzase a los gentiles, y por la fe recibiéramos el
Espíritu prometido.

Muchas veces queremos demostrar que somos algo, lanzándonos al río
desde una piedra más alta que los demás, o haciendo un salto de esquís
desde más arriba… pero ante Dios no hemos de "hacer el oso", pues nos
quiere no por nuestros méritos, sino por nosotros mismos, porque él es
bueno.
Quizás también hemos pensado que nos iba algo mal, como al patito feo,
que nos miraban peor que los demás, o que no nos atrevemos a ir a
jugar con otros, lo que se llama "miedo escénico" por ejemplo a actuar
en público. Podemos retraernos, "ir a la cama sin cenar", sin ganas de
ver a nadie, como un niño pequeño que cierra los ojos y no quiere ver
el problema pensando que así ya no está, y dice "ahora no respiro"… o
bien enfrentarnos a las cosas con buen ánimo, sabiendo que como los
dragones, cuando luchamos contra ellos vemos que no existen, que sólo
estaban en nuestra imaginación, y por eso no podíamos vencer, pero
cuando tenemos fe y luchamos ya hemos vencido.

2. Salmo 110 (1-2.3-4.5-6). El Señor recuerda siempre su alianza… Doy
gracias al Señor de todo corazón, / en compañía de los rectos, en la
asamblea. / Grandes son las obras del Señor, / dignas de estudio para
los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra, / su generosidad, dura por siempre; /
ha hecho maravillas memorables, / el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a sus fieles, / recordando siempre su alianza; / mostró
a su pueblo la fuerza de su obrar, / dándoles la heredad de los
gentiles.
"¡Gracias a Dios!" Es una oración bien corta, cuando las cosas van
bien. Y si algo va mal… "¡bendito sea Dios!", otra oración, pues Dios
es Padre y de aquello sacará también un bien, nuestro Señor Jesucristo
nos lo ha dicho así. Quien vive fiel a Dios no vacilará jamás. Dios
vela por nosotros para que no nos alcance ningún daño. Dios se ha
convertido en nuestro fuerte defensor que siempre está a nuestro lado.
Confiemos en Él, démosle gracia y proclamemos a todos sus
maravillas... cuentan de una niña que iba en un barco, y en medio de
una tormenta todos sufrían mareos y ella tan tranquila. Cuando le
preguntan: "¿no estás nerviosa, no tienes miedo?" Contestó: "mi padre
lleva el barco, y sé que no me pasará nada". Pues eso, el mundo es un
mar, como dice la canción, nuestra vida está en una barca, con dos
remos en el mar, un remo aprieta mi mano, y el otro no lo mueve el
azar, sino esa mano invisible que nos guía amorosa hacia Él, hacia la
Vida de Amor.
3. Evangelio de san Lucas 11,15-26: En aquel tiempo, habiendo echado
Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
-«Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.»
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él,
leyendo sus pensamientos, les dijo: -«Todo reino en guerra civil va a
la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en
guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los
demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el
poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por
eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios
con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a
vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes
están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita
las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo
está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando un
espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto,
buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice:
"Volveré a la casa de donde salí." Al volver, se la encuentra barrida
y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él,
y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el
principio.»
Cuando nos portamos mal, nos dicen: "eres un demonio", y a Jesús
también se lo dijeron, pero porque eran hipócritas los que lo decían.
Llega un momento que la gente ya no sabe qué está bien y quién es
bueno. Todos estamos implicados en la lucha entre el bien y el mal,
como en "El Señor de los anillos". El mal -el Malo- sigue existiendo y
nos obliga a no permanecer neutrales, sino a posicionarnos en su
contra, junto a Cristo, que nos dice que "el Reino de Dios ya ha
llegado a nosotros", que su fuerza salvadora ya está actuando. Podemos
caer en una actitud de pereza o de miedo. Jesús es "el más fuerte" que
ha vencido al poder del mal, en su Pascua, y ahora nos invita a que
nos unamos a él en esa lucha: "el que no está conmigo, está contra
mí". No podemos ser meros espectadores en la gran batalla. También
haremos bien en escuchar su advertencia: no estamos seguros de haber
vencido al mal y al pecado. Puede venir ese espíritu maligno "con
otros siete espíritus peores" y "meterse a vivir" en nosotros. Lo que
sería una ruina peor. La llamada a la vigilancia es evidente. Cada uno
sabe qué demonios le pueden tentar desde dentro y desde fuera:
enfadarnos con peleas, robar, mentiras, pensamientos de chulería ante
los demás, glotonería o sexualidad desordenada, la cochina envidia…
Haremos bien en decir humildemente, con el Padrenuestro, "no nos dejes
caer en la tentación". Cuando comulgamos, se nos invita a participar
de Cristo Jesús, que es "el que quita el pecado del mundo". La
Eucaristía es la mejor fuerza que Dios nos da en la lucha contra el
mal (J. Aldazábal).
Nos dice Jesús que pecado = esclavitud, cadenas, y gracia = libertad.
Recuerdo que en la mili había mucha gente que estaba allí obligada, y
en un puesto de guardia, donde íbamos a vigilar al cuartel de
supuestos "enemigos", alguien escribió en la pared: "no morirá jamás /
quien de esclavo se libera / rompiendo para ser libre / con su vida /
cadenas". Tenía libertad interior, aunque por fuera tenía que hacer lo
que no le gustaba… pero por dentro volaba donde quería.
Me decía un sacerdote anciano que me fijara en cómo Dios había hecho
lo más grande, el Sacramento de la Eucaristía, sin que muchas veces
sintiéramos nada. Pero que en la Confesión siempre sentíamos una gran
paz, sensible, casi fisiológica… para que no tuviéramos miedo de
acercarnos a ese sacramento de la reconciliación con Dios y la Iglesia
y los demás. Es lo bonito de poner la lucha por mejorar sobre
cimientos tan fuertes, la fortaleza de Jesús que ahí nos da como la
poción mágica de Asterix esa energía para caminar contra viento y
dificultades, para iluminarnos en las tempestades de este mundo y
navegar contra mareas e insidias de Neptuno y sus ordas de las
profundidades…
Además, Jesús siempre nos perdona y con gusto. Podemos decirle: "Yo sé
que siempre me perdonas, porque Tú eres muy bueno y me quieres mucho.
¡Gracias Jesús!" Decía Jesús: Hasta ahora habíais oído: Amarás a tu
prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos y rezad por los que os persiguen y hablan mal de vosotros
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace
salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y
pecadores (Mt 5, 43-45). A nuestro Padre Dios, le gusta perdonar y
nos perdona siempre que le pedimos perdón de verdad. Como nos perdonan
nuestros padres y, todavía, con mayor amor. Un sacerdote muy santo,
decía: - Un Dios Creador, que saca todas las cosas de la nada, es una
maravilla. - Un Dios Redentor, que se deja coser con clavos al madero
de la Cruz, es todo Amor. - Pero un Dios que perdona, es una locura de
Amor, es padre y madre cien veces, mil veces, infinitas veces. Y como
Dios quiere perdonarnos, Jesús nos ha enseñado a pedirle perdón en el
Padrenuestro: Perdona nuestras ofensas -le decimos-. Y después: Como
nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Perdonar es una cosa
divina, propia de Dios, pero también nosotros, sus hijos, podemos
perdonar porque Él nos ayuda, y por eso nos manda perdonar. ¿Tú,
perdonas enseguida cuando te insultan o te molestan? ¿Pides perdón a
tus padres y amigos cuando desobedeces o les contestas mal? Propósito:
- Pediré perdón a mis padres, si se me escapa un "no", "no quiero", y
perdonaré enseguida a los que me ofendan. Oración final: (de
rodillas). Por mis envidias, insultos y peleas, perdóname, Jesús. Por
mis desobediencias y mentiras, perdóname, Jesús. Porque a veces me he
olvidado de venir a visitarte, perdóname, Jesús (R. Martínez Carazo;
Llucià Pou Sabaté, 8.10.2010).

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